miércoles, 8 de mayo de 2013

La Globalización en Europa.



Entre los factores que condicionan profundamente la
evolución económica actual y prospectiva en la Unión Europea, le 
corresponde una atención especial a la globalización de los 
mercados. La división internacional del trabajo se intensifica cada 
vez más, tanto a través del comercio mundial de bienes y servicios 
como mediante los flujos de capital en forma de inversiones tanto 
directas como financieras. Las fronteras entre los países, aunque no 
desaparezcan desde el punto de vista jurídico-administrativo (como 
es el caso entre los países europeos que se han adherido al Acuerdo 
de Schengen), pierden progresivamente su contenido económico. 
Europa ante la globalización económica Juergen Donges/9
Este proceso obliga a todos los países, y por consiguiente 
también a los europeos, a ajustar sus estructuras productivas y de
empleo. El reto consiste en hacerlo a un mínimo coste social. La
contrapartida de esta necesidad de ajuste consiste en el desarrollo de 
nuevos mercados para las exportaciones y las inversiones, así como
para el aprovisionamiento con materias primas y productos 
intermedios procedentes del exterior. Con independencia de estos 
efectos recíprocos en el mediano plazo, en mercados globalizados 
también se transmiten con mayor intensidad situaciones boyantes o 
de crisis de una región a otra. Así por ejemplo, la crisis real y 
financiera en diversas regiones de la economía mundial (sobre todo 
Japón, sudeste asiático, Brasil, Rusia) afecta también las economías 
europeas. Aunque el euro sirviera, como de hecho ha ocurrido, de 
escudo protector frente a las turbulencias financieras 
internacionales, no podía evitar que la ralentización del comercio 
mundial hiciera mella sobre las exportaciones.
 Las previsiones de crecimiento económico en la zona del euro han sido revisadas 
reiteradamente a la baja. Ahora ya sólo esperamos un crecimiento 
económico muy lento en 1999 (apenas del 2% para el PIB en 
términos reales); el desempleo continuará siendo demasiado 
elevado (en el orden del 10 al 11% de la población activa). Si esta 
vez, al contrario de experiencias pasadas, se cumplen las
reducciones pactadas, aumentarán los precios del crudo y sus 
derivados, lo cual supondrá en casi toda la Unión Europea un 
incremento de los costes de producción y un rebrote inflacionista; 
ello podría llevar al Banco Central Europeo a endurecer las riendas 
de su política monetaria, después de haberlas soltado recientemente. 

Un proceso irreversible

En la Unión Europea, la globalización se produce por dos 
vertientes: 
 Una es la mundial, englobada en la revolución de la electrónica y 
las telecomunicaciones. Del mismo modo que el abaratamiento de 
los transportes convencionales en el transcurso de este siglo ha 
actuado como un acelerador del comercio mundial, las nuevas 
tecnologías de información y comunicación han reducido 
dramáticamente el coste de la información transmitida y han hecho 
que la distancia geográfica pierda su significado de antaño. Como 
consecuencia, las empresas pueden cada vez más desvincular 
geográficamente sus cadenas de producción; las actividades I+D1
 se pueden llevar a cabo en un país y la producción propiamente dicha 
en otro. La cadena del valor añadido hasta llegar al producto final
podrá segregarse cada vez más (outsourcing). Con ello, 
la división internacional del trabajo, que hasta ahora había sido
 de tipo horizontal fundamentalmente, evolucionará hacia 
especializaciones en lo vertical. Dentro de grandes espacios económicos, como lo es 
la Unión Europea, cobrarán peso las fuerzas centrífugas frente a las centrípetas, en beneficio del desarrollo económico de las regiones periféricas.

La otra vertiente por la que la Unión Europea afronta la 
globalización es más singular, puesto que viene marcada por el 
nacimiento del euro. La unión monetaria reforzará la integración
económica que ya se había logrado en el mercado único gracias a la 
profunda desregulación en el sector terciario (en particular los 
seguros, el transporte aéreo y, desde el año pasado, la 
telecomunicación) y debido también a la liberalización total de los 
movimientos de capitales. Como ya no existe el riesgo cambiario
para el comercio y las inversiones intracomunitarias (con excepción 
de los cuatro países que de momento se han quedado afuera), los
costes de transacción derivados de la compra/venta de divisas y de
diferenciales en los tipos de interés bajarán (ya lo hacen). La gran 
transparencia en los precios, que la moneda única terminará por 
imponer, no puede más que intensificar la competencia en los 
mercados. Surgirá un auténtico mercado financiero, amplio en 
cuanto al volumen de activos negociados y profundo en cuanto a la 
diversidad de productos y plazos. Habrá nuevas fusiones y 
adquisiciones de empresas y más alianzas estratégicas con el fin de 
aprovechar, dentro de lo que cabe, sinergias y economías de escala. 
También habrá que cerrar empresas. El impacto del euro no lo 
sentirán sólo las pequeñas y medianas empresas, sino también las 
grandes, especialmente en la industria del automóvil, el sector
farmaceútico, las telecomunicaciones, la banca, los seguros y el 
sector turístico. Sería presuntuoso querer delinear cómo se
desarrollará todo este proceso de adaptación en cada uno de los
países europeos y en cada sector. La capacidad competitiva no es la misma en todas las empresas y en donde sea insuficiente 
actualmente puede mejorar en el futuro. Sea como fuera: en el 
transcurso de los cambios estructurales pueden perderse empleos 
antes de que surjan nuevos puestos de trabajo. 
El proceso de globalización es irreversible, por cuatro 
razones fundamentalmente: 
1. La más importante es que ya no se puede frenar la dinámica que
tienen las nuevas tecnologías de información y comunicación. La
inversión en informática está creciendo a un ritmo impresionante en 
muchos países, de forma más espectacular en los Estados Unidos. 
La tecnología correspondiente está al alcance de todos. Los 
conocimientos se diseminan mundialmente con mucha rapidez y, a 
diferencia de otros tiempos, hoy en día y en el futuro nadie debe 
pensar que una innovación le garantiza un mercado seguro. 
2. A esta revolución tecnológica hay que añadir como segundo 
factor determinante de la irreversibilidad de la globalización los
procesos de innovación financiera. Son cada vez mayores las 
opciones que tienen los agentes en los mercados financieros en su 
búsqueda de oportunidades de alta rentabilidad. A veces incluso se
produce un desalineamiento de las actividades financieras con 
respecto al desarrollo en la economía real, lo que puede desatar 
oleadas de volatilidad global en las bolsas y los mercados de divisas
(como se ha visto recientemente). Pero por mucho que se trate de 
re-regular estos mercados (al son de la llamada "nueva arquitectura
financiera internacional"), es impensable que la actividad financiera
vaya a perder protagonismo; más probable es que surjan 
continuamente nuevas vías para hacer negocios, si se cierran las
habituales.
3. Los nuevos modelos de desarrollo económico que se aplican en 
diversas regiones de la economía mundial también promueven la 
globalización. En Asia, en Latinoamérica y en los países del Este de
Europa los gobiernos apuestan por la apertura exterior de sus 
economías y su integración en el sistema de la división 
internacional del trabajo, una vez que ha quedado demostrado que
esta vía de desarrollo promete prosperidad y esperanza para los 
pueblos (máxime si se compara con los efectos negativos de las 
políticas proteccionistas de sustitución de importaciones, que
durante tantos años se aplicaron en los países menos desarrollados). 
Hay quien piensa que la crisis financiera que padecen actualmente 
los nuevos países industrializados del sudeste asiático frenará el 
crecimiento económico y la agresividad exportadora de los 
llamados tigres y que parará la globalización impulsada desde allí.
Pero esto podría revelarse como mera ilusión. Aquellos países 
emergentes tienen un potencial de crecimiento notable, basado en 
una buena cualificación de la mano de obra, infraestructuras de 
calidad y una cultura empresarial con amor al riesgo. Las
turbulencias financieras no han destruido este acervo. En cuanto 
estos países lleven a cabo las reformas estructurales necesarias, sus 
economías recuperarán la senda del crecimiento económico y la
capacidad competitiva en los mercados mundiales. En algunos 
países emergentes (Corea del Sur, Tailandia) ya se vislumbran 
síntomas de reactivación. 
4.Un cuarto elemento a tener en consideración en este contexto es 
de nuevo de un carácter específico europeo. La Unión Europea se 
ha comprometido políticamente a la ampliación hacia el este de su
geografía; para empezar, se negociará la adhesión de cinco países
(Polonia, República Checa, Eslovenia, Hungría y Estonia). El grado 
de desarrollo económico de éstos todavía es relativamente bajo 
(todos ellos tienen un PIB per cápita inferior al de Grecia, el país 
comunitario más atrasado); pero el potencial de crecimiento de los nuevos socios no es nada desdeñable. Aunque es muy probable que
al final de las negociaciones habrá largos plazos de transición 
(siempre los hubo en ampliaciones pasadas, incluida la que supuso 
el ingreso de España), la integración del Este europeo en la 
Comunidad será una fuente más de la expansión del comercio 
intracomunitario y de los flujos de capitales e incluso de personas.


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