Entre los factores que condicionan profundamente la
evolución económica actual y prospectiva en la Unión Europea, le
corresponde una atención especial a la globalización de los
mercados. La división internacional del trabajo se intensifica cada
vez más, tanto a través del comercio mundial de bienes y servicios
como mediante los flujos de capital en forma de inversiones tanto
directas como financieras. Las fronteras entre los países, aunque no
desaparezcan desde el punto de vista jurídico-administrativo (como
es el caso entre los países europeos que se han adherido al Acuerdo
de Schengen), pierden progresivamente su contenido económico.
Europa ante la globalización económica Juergen Donges/9
también a los europeos, a ajustar sus estructuras productivas y de
empleo. El reto consiste en hacerlo a un mínimo coste social. La
contrapartida de esta necesidad de ajuste consiste en el desarrollo de
nuevos mercados para las exportaciones y las inversiones, así como
para el aprovisionamiento con materias primas y productos
intermedios procedentes del exterior. Con independencia de estos
efectos recíprocos en el mediano plazo, en mercados globalizados
también se transmiten con mayor intensidad situaciones boyantes o
de crisis de una región a otra. Así por ejemplo, la crisis real y
financiera en diversas regiones de la economía mundial (sobre todo
Japón, sudeste asiático, Brasil, Rusia) afecta también las economías
europeas. Aunque el euro sirviera, como de hecho ha ocurrido, de
escudo protector frente a las turbulencias financieras
internacionales, no podía evitar que la ralentización del comercio
mundial hiciera mella sobre las exportaciones.
Las previsiones de crecimiento económico en la zona del euro han sido revisadas
reiteradamente a la baja. Ahora ya sólo esperamos un crecimiento
económico muy lento en 1999 (apenas del 2% para el PIB en
términos reales); el desempleo continuará siendo demasiado
elevado (en el orden del 10 al 11% de la población activa). Si esta
vez, al contrario de experiencias pasadas, se cumplen las
reducciones pactadas, aumentarán los precios del crudo y sus
derivados, lo cual supondrá en casi toda la Unión Europea un
incremento de los costes de producción y un rebrote inflacionista;
ello podría llevar al Banco Central Europeo a endurecer las riendas
de su política monetaria, después de haberlas soltado recientemente.
Un proceso irreversible
En la Unión Europea, la globalización se produce por dos
vertientes:
Una es la mundial, englobada en la revolución de la electrónica y
las telecomunicaciones. Del mismo modo que el abaratamiento de
los transportes convencionales en el transcurso de este siglo ha
actuado como un acelerador del comercio mundial, las nuevas
tecnologías de información y comunicación han reducido
dramáticamente el coste de la información transmitida y han hecho
que la distancia geográfica pierda su significado de antaño. Como
consecuencia, las empresas pueden cada vez más desvincular
geográficamente sus cadenas de producción; las actividades I+D1
se pueden llevar a cabo en un país y la producción propiamente dicha
en otro. La cadena del valor añadido hasta llegar al producto final
podrá segregarse cada vez más (outsourcing). Con ello,
la división internacional del trabajo, que hasta ahora había sido
de tipo horizontal fundamentalmente, evolucionará hacia
especializaciones en lo vertical. Dentro de grandes espacios económicos, como lo es
la Unión Europea, cobrarán peso las fuerzas centrífugas frente a las centrípetas, en beneficio del desarrollo económico de las regiones periféricas.
La otra vertiente por la que la Unión Europea afronta la
globalización es más singular, puesto que viene marcada por el
nacimiento del euro. La unión monetaria reforzará la integración
económica que ya se había logrado en el mercado único gracias a la
profunda desregulación en el sector terciario (en particular los
seguros, el transporte aéreo y, desde el año pasado, la
telecomunicación) y debido también a la liberalización total de los
movimientos de capitales. Como ya no existe el riesgo cambiario
para el comercio y las inversiones intracomunitarias (con excepción
de los cuatro países que de momento se han quedado afuera), los
costes de transacción derivados de la compra/venta de divisas y de
diferenciales en los tipos de interés bajarán (ya lo hacen). La gran
transparencia en los precios, que la moneda única terminará por
imponer, no puede más que intensificar la competencia en los
mercados. Surgirá un auténtico mercado financiero, amplio en
cuanto al volumen de activos negociados y profundo en cuanto a la
diversidad de productos y plazos. Habrá nuevas fusiones y
adquisiciones de empresas y más alianzas estratégicas con el fin de
aprovechar, dentro de lo que cabe, sinergias y economías de escala.
También habrá que cerrar empresas. El impacto del euro no lo
sentirán sólo las pequeñas y medianas empresas, sino también las
grandes, especialmente en la industria del automóvil, el sector
farmaceútico, las telecomunicaciones, la banca, los seguros y el
sector turístico. Sería presuntuoso querer delinear cómo se
desarrollará todo este proceso de adaptación en cada uno de los
países europeos y en cada sector. La capacidad competitiva no es la misma en todas las empresas y en donde sea insuficiente
actualmente puede mejorar en el futuro. Sea como fuera: en el
transcurso de los cambios estructurales pueden perderse empleos
antes de que surjan nuevos puestos de trabajo.
El proceso de globalización es irreversible, por cuatro
razones fundamentalmente:
1. La más importante es que ya no se puede frenar la dinámica que
tienen las nuevas tecnologías de información y comunicación. La
inversión en informática está creciendo a un ritmo impresionante en
muchos países, de forma más espectacular en los Estados Unidos.
La tecnología correspondiente está al alcance de todos. Los
conocimientos se diseminan mundialmente con mucha rapidez y, a
diferencia de otros tiempos, hoy en día y en el futuro nadie debe
pensar que una innovación le garantiza un mercado seguro.
2. A esta revolución tecnológica hay que añadir como segundo
factor determinante de la irreversibilidad de la globalización los
procesos de innovación financiera. Son cada vez mayores las
opciones que tienen los agentes en los mercados financieros en su
búsqueda de oportunidades de alta rentabilidad. A veces incluso se
produce un desalineamiento de las actividades financieras con
respecto al desarrollo en la economía real, lo que puede desatar
oleadas de volatilidad global en las bolsas y los mercados de divisas
(como se ha visto recientemente). Pero por mucho que se trate de
re-regular estos mercados (al son de la llamada "nueva arquitectura
financiera internacional"), es impensable que la actividad financiera
vaya a perder protagonismo; más probable es que surjan
continuamente nuevas vías para hacer negocios, si se cierran las
habituales.
3. Los nuevos modelos de desarrollo económico que se aplican en
diversas regiones de la economía mundial también promueven la
globalización. En Asia, en Latinoamérica y en los países del Este de
Europa los gobiernos apuestan por la apertura exterior de sus
economías y su integración en el sistema de la división
internacional del trabajo, una vez que ha quedado demostrado que
esta vía de desarrollo promete prosperidad y esperanza para los
pueblos (máxime si se compara con los efectos negativos de las
políticas proteccionistas de sustitución de importaciones, que
durante tantos años se aplicaron en los países menos desarrollados).
Hay quien piensa que la crisis financiera que padecen actualmente
los nuevos países industrializados del sudeste asiático frenará el
crecimiento económico y la agresividad exportadora de los
llamados tigres y que parará la globalización impulsada desde allí.
Pero esto podría revelarse como mera ilusión. Aquellos países
emergentes tienen un potencial de crecimiento notable, basado en
una buena cualificación de la mano de obra, infraestructuras de
calidad y una cultura empresarial con amor al riesgo. Las
turbulencias financieras no han destruido este acervo. En cuanto
estos países lleven a cabo las reformas estructurales necesarias, sus
economías recuperarán la senda del crecimiento económico y la
capacidad competitiva en los mercados mundiales. En algunos
países emergentes (Corea del Sur, Tailandia) ya se vislumbran
síntomas de reactivación.
4.Un cuarto elemento a tener en consideración en este contexto es
de nuevo de un carácter específico europeo. La Unión Europea se
ha comprometido políticamente a la ampliación hacia el este de su
geografía; para empezar, se negociará la adhesión de cinco países
(Polonia, República Checa, Eslovenia, Hungría y Estonia). El grado
de desarrollo económico de éstos todavía es relativamente bajo
(todos ellos tienen un PIB per cápita inferior al de Grecia, el país
comunitario más atrasado); pero el potencial de crecimiento de los nuevos socios no es nada desdeñable. Aunque es muy probable que
al final de las negociaciones habrá largos plazos de transición
(siempre los hubo en ampliaciones pasadas, incluida la que supuso
el ingreso de España), la integración del Este europeo en la
Comunidad será una fuente más de la expansión del comercio
intracomunitario y de los flujos de capitales e incluso de personas.
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